VI
Luego del atentado en contra de su padre Julio tomo a Silvia y ambos escaparon, entonces el gobernador ordeno que los persiguieran, mientras los sirvientes recogían el cuerpo de Cayo Paulino, Silvia corría junto a Julio sin rumbo cuando recordó que un lugar seguro podría ser la casa del viejo Sebastiano se dirigieron entonces rumbo a la casa del banquero, quien había presenciado todo el evento suscitado en casa de Cayo de Paulino. Llamaron a la puerta y les abrió uno de los criados de la casa en el lugar se encontraba Saturnino, quien los hizo pasar.
No paso mucho tiempo cuando llego a la casa Sebastiano, a quien su sirviente le dijo que Silvia y un hombre estaban dentro con Saturnino, quien ya hablaba con ellos, el sacerdote escucho todo lo ocurrido horas antes en casa de Paulino, Sebastiano les ofreció su casa pero les advirtió que no podía ser por mucho tiempo puesto que el Pretor ya había dado la orden de buscarlos y encarcelarlos, y también advirtió que la pena podría ser mayor si agregaban su condición de cristianos.
Por lo menos esa noche la pudieron pasar en paz en lo que todos pensaban que era lo que proseguía para poner a salvo a estos dos jóvenes que se amaban, entonces Sebastiano les ofreció una finca que tenia cerca de Gallecia donde podrían estar a salvo mientras el pretor no los encontrara en Augusta Emerita, a lo cual ambos aceptaron y quedaron en partir antes de que amaneciera, justo antes de dormir Silvia acudió a ayudar en los quehaceres de la cocina, mientras Julio se quedo en la habitación y escuchando lo que Saturnino y Sebastiano platicaban, y escucho por primera vez Julio hablar de Iago y su Maestro Jesús, y entonces presto atención cuando Saturnino empezó a hablar de la manera que había muerto aquel que ellos llamaban “Cristo”; Sebastiano se percato del interés de Julio y lo invito a oír a Saturnino.
Julio no comprendía por que Roma había juzgado de esa manera a un hombre que no había hecho nada malo, entonces los dos hombres le explicaron que eso era necesario y que Jesús había muerto por toda la humanidad sin importar si fuese romano o judío, Julio al igual que Silvia había quedado encantado con la vida de Cristo y sus discípulos.
VII
Cuando termino de sus labores Silvia volvió hacia donde estaban y pidió a Saturnino que le bautizara, pues sabia que estaba por vivir momentos difíciles por defender y su amor y desde entonces también por defender su fe en Cristo, total el yugo de Paulino había terminado y ella estaba convencida que el Dios judío había escuchado sus suplicas, Saturnino le dijo que pensará bien lo que iba a hacer y la responsabilidad que eso implicaría no solo religiosamente sino también políticamente. Silvia contesto que si estaba consiente y que ella creía en Cristo y en la fe cristiana.
Tomo Saturnino una bandeja de plata la lleno de agua e hizo pasar a Silvia, mientras tanto Julio y Sebastiano eran testigos de aquel acontecimiento, Saturnino dijo “ Silvia yo te bautizo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Amen”, Silvia entonces dijo desde ahora también soy una defensora de la fe y de Cristo, a lo que Sebastiano y Saturnino aplaudieron, pero Julio aún tenia sus dudas entorno a la fe cristina después de todo el había sido un soldado al servicio de Roma.
Aún no amanecía cuando escoltados por Fermín un criado de confianza de Sebastiano salieron Silvia y Julio rumbo a la finca que tenía en Gallecia, tomaron los atajos más discretos para no ser descubiertos por la guardia pretoriana, así con pasos silenciosos y en medio de la noche aún salieron rumbo al norte con dirección a Gallecia, Silvia en su mente iba rezando para que no fuesen descubiertos, logaron salir de la ciudad cuando ya clareaba y comenzaron a seguir una ruta que según Fermín les dijo los llevaría justo a tierra de Iago y que el mismo había trazado esa ruta años atrás.
Mientras tanto el Pretor se encargo de los funerales de Cayo Paulino quien no era muy bien visto por la mayoría de la ciudadanía así que pocos acudieron a su funeral, Mientras tanto el Pretor se preguntaba donde estarían esos dos jóvenes que ante sus ojos habían matado a su amigo el sabia que alguien de esa ciudad los había ayudado a escapar de el, por eso hizo llamar de los fuertes de batalla a Adrián uno de sus leales y amigo suyo, Adrián era joven pero astuto y experto en las armas, pasaron los meses y llego Adrián de Galia quien se comprometió con el pretor y con Roma a entregar vivos o muertos a esos dos que habían burlado al pretor y a Roma, Mientras tanto Julio y Silvia vivían felices o por lo menos sin preocupaciones por una persecución sin saber que realmente estaba por comenzar su tormento………..
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